ECOS DE FRATERNIDAD
Reunión
comunidad, viernes 10 de mayo de 2019 (Parroquia de Santo Tomás)
Lectura del santo evangelio según san Juan
(10, 27-30)
En aquel
tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me
siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las
arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y
nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».
Este
evangelio a pesar de ser corto y bien
conocido, siempre desvela la novedad del
mensaje de Jesucristo. En él se pueden descubrir ideas desde diversos
aspectos de la verdad. Se puede hacer un análisis teológico sobre la afirmación
“Yo y el Padre somos uno” que nos adentra en el misterio de la Santísima
Trinidad. Nos recuerda que nuestro destino y de toda la humanidad es la Vida
Eterna. Que no debemos huir de pensar en la muerte que es la realidad más presente
y palpable a vuestro alrededor, aunque en muchas ocasiones vivamos de espalda a
ella. Meditar sobre la muerte y sobre la
vida eterna condiciona nuestro estilo de vida y nuestra existencia.
No
hay espacio para el temor porque es el mismo Dios quien nos da la Vida Eterna, quien enviando a su Hijo, con su pasión, muerte y
resurrección nos alcanza la salvación por sus méritos. Esta convicción nos abre
a una confianza absoluta en Dios, una confianza en que Él está a nuestro lado
aunque en ocasiones no nos demos cuenta o no lo sintamos. La “confianza” es el resumen de este evangelio, pues la
iniciativa siempre es de Dios.
En este Evangelio, meditándolo de manera
sobrenatural, descubrirnos todo un estilo de vida, todo un itinerario para la
vida cristiana. “Mis ovejas escuchan mi voz”. El comienzo de todo nos son
nuestras actitudes, sino su Palabra que se hace presente y proclama su Evangelio. Lo primero en el proceso de “hacerse cristiano”
es escuchar Su voz. Pero, ¿dónde escuchamos Su voz?. Su voz es su doctrina,
su mensaje; es Él mismo. Para conocer Su doctrina tenemos que acudir a tres fuentes:
la Palabra de Dios, el Magisterio de la Iglesia y la Tradición.
“Y yo las conozco”. Conocer es establecer una relación de amistad. En el proceso de “hacerse
cristiano” tiene un papel fundamental la
oración, el dialogo con Jesucristo, la escucha ante su presencia en el Sagrario.
La garantía de la fecundidad de nuestra acción apostólica está en la oración. La
fecundidad de las acciones de nueva evangelización está en la oración. Este
encuentro de relación con Cristo se realiza de manera especial en los Sacramentos. Cada Eucaristía, cada
confesión es una cita con Jesucristo, donde él nos comunica su gracia, donde Él
nos comunica su sabiduría, dónde Él nos transmite sus sentimientos y su estilo
de vida.
“Y ellas me siguen”. Consecuencia de
conocer Su doctrina y de relacionarnos con Él es optar, desde la libertad por ser sus seguidores, sus discípulos misioneros,
sus apóstoles. Jesús envía a sus
discípulos a evangelizar, Jesús nos envía a nosotros a evangelizar. Cuando emprendemos
una actividad evangelizadora no somos más que “enviados” por Él, somos nada más y nada menos que sus instrumentos
para llegar a todos.
“Y yo les doy la vida eterna”. Por medio
de este proceso Jesucristo nos va
configurando, nos va identificando con sus pensamientos, con sus
sentimientos y con sus acciones. Nos da vida eterna, nos hace otro Cristo, nos
hace santos. Nos va anticipando la vida del mundo futuro que nos espera. Porque
“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de
la verdad” (1Tm 2,3-4).
“no perecerán para siempre, y nadie las
arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y
nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre”. Estas palabras que nos dirige
hoy también a nosotros nos llenan de
confianza. Sabemos que Él cuida de nosotros, que nos acompaña en todo momento.
Que está presente en los momentos de paz interior, en los momentos de grandes
pensamientos y sentimientos. Pero sabemos que también está presente (tal vez
más presente) en los momentos de zozobra, de tempestad, de dificultades. La
confianza nace de saber que caminamos de Su mano y que “nadie puede arrebatar
nada de la mano del Padre”
Escuchar su voz, conocerle, seguirle, ser
“otro Cristo”, nos lleva a vivir en comunidad.
En la comunidad también escuchamos Su voz. En la comunidad también
profundizamos en su conocimiento porque él está presente en medio de quienes se
reúnen en su nombre. Y es en comunidad donde somos enviados a evangelizar. No
tenemos más que fijarnos en el cenáculo para ver el ejemplo de una comunidad orante que sigue a Jesucristo y
que, de la mano de María, aprende a realizar lo que Él nos dice.
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