lunes, 26 de marzo de 2018

Retiro espiritual por Andrés Muñoz Luque Chipiona 16 al 18 Marzo 2018 (José LLerena Baizán)


Retiro espiritual por Andrés Muñoz Luque
Chipiona 16 al 18 Marzo 2018

La Santidad (1ª Meditación)

Descubrir el amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros lo podemos descubrir en que nos creó semejantes a Él y nos dio toda la creación y las puso en nuestras manos por lo cuál somos la obra cumbre de Dios.

Nos da la libertad de elegir nuestro futuro de estar con Él o no contar para nada de su obra, su creación de su amor, etc.

Nuestra misión, nuestro destino es “Amar a nuestro Señor” y por tanto el  único objetivo es amarlo sobre todas cosas.

Amar a Dios es identificarnos con Él, con lo cuál nos lleva a ser igual que Él ser Santo es decir a la santidad. Estamos llamados “todos” a ser santo que esa es la voluntad de Dios y para llegar a ello hay que practicar los sacramentos en especial el sacramento de confesión y el de la eucaristía.

Nos preguntamos alguna vez si ¿nos damos cuenta que Dios cuenta conmigo para ser santo?, no nos podemos conformar con ser buena gente, hay que vivir de manera muy parecida a la vida de nuestro Señor Jesucristo y para ello debemos de estar convencido y de creernos que podemos ser santo.


Para llegar a esa santidad no se puede llegar por meritos propios sino que hay que contar con la gracia de Dios y por tanto debemos de parecernos a Él, esto con lleva a abrir nuestros corazones; que sus deseos, sus pensamientos, sus ideas sean los mías, es decir dejarme guiar por Él, confiar en Él, dejarme llevar por Él. En resumen que Él sea el centro de mi vida.

Todas las circunstancias que se nos presenta en la vida buenas o malas; es decir en las alegrías y en las penas, en la abundancia y en la escasez, en la salud y en la enfermedad todo ello se puede utilizar para nuestra santidad. Aceptando todo esto como cosas que viene de Dios. Lo único que nos evita el poder ser santo es el pecado.

Tenemos que determinar y tenemos que luchar para ser santo; para ello hay que tener correspondencia con Dios; que  en nuestra propia vida significa tener un corazón que sabe escuchar, que sabe aceptar, que busca vivir, que deja dar frutos a la siembra constante que Dios hace en nuestros corazones.

 El primer paso parece el más difícil: aceptar que nada podemos sin Dios, reconocer nuestros pecados, pedir humildemente perdón. acudir al sacramento de la confesión, En resumen, corresponder a Dios es aceptar y vivir bajo la luz divina, íntima, continua, que el Espíritu Santo derrama sobre la conciencia de cada uno de nosotros La correspondencia culmina cuando imitamos a Dios en lo que más le caracteriza: el Amor.

Si queremos ser santo debemos de vivir cristianamente y practicando todas sus virtudes y para hacer la voluntad del Padre me abrazo a ti Señor.

Señor dame luz para poder descubrir mi santidad.


El Pecado (2ª Meditación)
                    
El Señor nuestro Dios está presente en nuestra vida y trata de darte lo mejor y de tratarte muy bien,  es decir hacer realidad los deseos de Dios en nuestra alma. La semilla que recibimos al ser bautizados debe  germinar en nuestra alma, en nuestro corazón. Con el paso del tiempo y a medida que vamos creciendo espiritualmente debemos de estar más en consonancia con Dios pero tenemos un enemigo que no quiere que esto se lleve a cabo, que se realice y este enemigo es  El Pecado:   

Tenemos tendencia a pecar y casi siempre son los mismos pecados que cometemos, el apóstol San Pablo en la carta (Romanos 7:19) dice: Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.…

El pecado es un hecho real en nosotros, en nuestra vida, tiene su historia, es el enemigo número uno de nuestra alma, tenemos tendencia a pecar en lo mismo según nuestra  debilidad. Actualmente tenemos pérdida de conciencia de lo que es pecar, pensamos que no es pecado lo que en realidad es pecado.
El sentido del pecado camina paralelo con el sentido de Dios. Cuanto más presente está Dios en el corazón de una persona, más conciencia hay de pecado, es decir de rechazar su amor. Cuanto menos presente está Dios, menos sentido se tiene del pecado.

Debemos de recapacitar sobre nuestros pecados, ¿por qué pecamos? ¿Cuáles son sus consecuencias? Debemos de tener “dolor de amor” por haber pecado contra Dios y esto me llevará a liberarme del pecado y reconciliarme con Dios pero si es al revés, es decir, me libero de Dios ya pienso que todo lo que hago nada es pecado porque no tengo a Dios presente.

Nacemos para hacer el bien, lo traemos en nuestro interior, en nuestra conciencia por ser hijo de Dios, necesitamos cumplir sus mandamientos para no pecar. Por ello nuestra Fe se debe alimentar de nuestra formación a través del Catecismo o del  Compendio (resumen) del catecismo.

Debemos de mirar en nuestro interior y ver nuestra conciencia es decir de las tendencias al pecado y al mal que hay en nuestro interior (egoísmos, soberbia, impaciencia, juicios...) Muchas de las tentaciones que sufrimos en el transcurso de nuestra vida provienen de las sugestiones e insinuaciones del demonio y del mundo.

 La tentación no es pecado  en sí misma, y debemos tener esto muy claro en nuestro corazón. Sólo se convierte en pecado cuando hemos consentido plenamente con nuestra voluntad a ella. Prueba de que la tentación no es pecado  es que el mismo Jesús permitió que el demonio le tentara, para enseñarnos a nosotros como vencerle.

Para vencer al mal, al pecado, tenemos el sacramento de la reconciliación por el cual después de habernos confesado y habiendo recibido la absolución por parte del sacerdote nos volvemos a estar reconciliado con Dios.
 Fuimos reconciliados con Dios  por la muerte de su Hijo y estando muertos por los pecados nos ha hecho vivir con Cristo. Y esto no se debe a nosotros, sino que es un don de Dios;

Mostrar nuestro arrepentimiento de haber pecado y  el Señor nos reviste de su bondad, de su gracia, de su amor, en definitiva de su Santidad.



La Tibieza  (3ª Meditación)


La tibieza es la enfermedad del alma, motivada por la dejadez, la pereza, el abandono del alma, por lo que abandonamos el amor hacia Dios.

 Esta enfermedad se suele dar en personas que buscaron anteriormente a Dios con sinceridad, pero que por haber caído en la rutina, por la falta de fortaleza, perseverancia…, poco a poco perdieron “el fuego de su primer amor” (Ap. 2:4).

Un alma triste que quiera ser santo, ante el primer fracaso deja de luchar y su vida se convierte en rutinaria, donde el Señor pasa a un segundo plano. No se vive cristianamente sin esfuerzo diario para superar todas las tentaciones. “Al señor le duele que seamos tibio”

La tibieza en el alma la remplazamos con otras cosas cotidianas, es decir deportes, juegos, televisión, etc. Si eres tibio haces las cosas del Señor con pereza y malas ganas.

El alma tibia acepta el pecado venial con toda tranquilidad; conoce su maldad, pero como no llega a ser pecado mortal, vive con una paz aparente, considerándose buen cristiano.

La persona tibia se plantea una vida espiritual muy cómoda. Perdido que se ha el ardor espiritual, se conforma con el “yo no mato ni robo”; pero olvida que su vida espiritual no consiste en no hacer nada malo sino el “luchar por la santidad”. El espíritu se relaja y todo le da igual; antes le ilusionaban muchas cosas, y ahora ya no.

En las vidas tibias automáticamente queda fuera el espíritu de sacrificio. Cuanto implique sacrificio, renuncia, esfuerzo, lucha, queda descartado.

El alma tibia no está muerta para Dios pero es como n o existiera ante Él. La tibieza es el fruto de descuido de cosas que vamos dejando de hacer, el Amor a Dios, rezos, alabanza, lectura de las escrituras. La pereza gana terreno, la falta de sobriedad, la curiosidad, todo ello ello motiva el descuido de nuestra alma, aburrimiento de nuestra vida espiritual. Al final la tibieza nos aparta de Dios.
La conciencia de pecado, la moral se ve anulada por la tibieza.

 ¿Cómo se puede salir de la tibieza?. Siempre se puede,

*  Reconociendo una aptitud sincera 
*  Ver a Dios en mi vida.
*  Retomar una aptitud de piedad.
*  Amar a Dios todos los días.
*  Tener espíritu de lucha contra la dejadez y la pereza.
*  Tener a Dios presente en nuestras oraciones.

***El amor a nuestra Madre será el soplo que encienda y avive las brazas que están ocultas en el rescoldo de nuestra tibieza***


La Misericordia de Dios  (4ª Meditación)


Nuestro Dios es un Dios de amor y sus obras  son el perdón y la reconciliación. Cierra los ojos a los pecados de los hombres y siempre está dispuesto a perdonarlo y notros de esta manera podemos ver su misericordia.

La misericordia ¿borra los pecados?’. ‘No, ¡lo que borra los pecados es el perdón de Dios!’. La misericordia es el modo con que Dios perdona.

La palabra misericordia tiene su origen en dos palabras del latín: miserere, que
significa tener compasión, y cor, que significa corazón. Ser misericordioso es tener un corazón compasivo. La misericordia, junto con el gozo y la paz, son efectos del perdón; es decir, del amor.

                       Un palpable ejemplo de este tipo de amor misericordioso es el de Dios que siempre está dispuesto a cancelar toda deuda, a olvidar a renovar.

Para obtener la amistad con Cristo debemos de sanar interiormente, mirar a Jesús y contemplarlo, Él nos mira con amor, es una amistad sincera y verdadera que nos llevará al cielo, Para creer en Dios o en Cristo hay que tener una relación casi a diario con Él.

Si en la mirada de Jesucristo, en sus llagas, en su cuerpo hemos encontrado el sufrimiento que padeció por todos nosotros le tenemos que corresponder con amor hacia los demás lo mismo que Él lo tuvo con nosotros.

Debemos de sentir que Cristo me atrae que me ama que siento su misericordia y su perdón pero me pregunto alguna vez ¿mi amistad con Jesús como va? ¿Soy consciente de su sufrimiento por mí?

Del costado de Cristo salió la eucaristía y de sus heridas la iglesia. Somos hijos de Dios y debemos de vivir como tales. Tenemos afiliación divina, debemos de saberlo, tratarlo y mentalizarnos de que somos hijos de Dios.

                         Fruto de esta afiliación divina:
1). Que somos amado por Dios padre
2). Nos llena de Paz antes las dificultades; porque está con nosotros.
3). Nos llena de alegría.
4). Llegamos a Él con confianza
5). Nuestra relación con el Espíritu Santo a través de Dios.

La función del Espíritu Santo sería santificarnos y modelar nuestra alma al modelo de Cristo, para ello debemos de facilitar en nuestra vida la acogida al Espíritu Santo con alabanza y gratitud. Desear y pedir inspiraciones no dejar o negar lo que nos pida el Señor.
Vivir abandonado a la voluntad de Dios, con confianza, vivir el desprendimiento, perseverar en la oración y ser sincero con nuestro sacerdote en las confecciones


        La Pasión del Señor  (5ª Meditación)

En la última cena Jesús habló con cariño y amistad a sus discípulos; diciendo: Creer en Dios y creer en mí. Instituye la eucaristía pero también instituya el lavatorio de los pies, haciéndose siervo de los demás por lo que nos anuncia que tenemos que estar al servicio del prójimo.

En el Huerto de los Olivos el Señor se entristece y se angustia hasta el punto de pedir al Padre que pasase ese momento pero que se la voluntad de Dios. A partir de esos momentos Jesús asume cargar con los pecados de todos nosotros, esto parece que lo va a superar y no tener fuerza para conseguirlo.

La lucha por salvar por salvar a su pueblo y verse traicionado por el mismo, le hizo sudar gotas de sangre, Jesús sufrió por todos en general, pero sufrió también por cada uno en particular: Y como dice San Pablo en su carta a los Gálatas: “vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó por mí”

“Desde la cruz, Jesús nos termina de dar su mensaje de amor y salvación dejándonos a su Madre y enseñándonos a perseverar hasta el final. El sacrificio de la cruz se vuelve a vivir en cada Eucaristía, por medio de ella, Jesús sigue vivo y permanece con nosotros”

La iglesia que se queda firme a sus principios era la católica según los Santos Padres. Debemos vivir abandonado a la voluntad de Dios y preservar  en la oración

Más que su cuerpo lo que sufre es el alma, por verse como si fuera un pecador por ser humano. Pero se recompone con un gran esfuerzo y dice: “no se haga mi voluntad sino la tuya”, la única vez que pide apoyo a los suyos es decir a sus discípulos, se siente defraudado, abandonado, solo ante el reto que tiene que sufrir.

La Pasión de Jesús son hechos vivos y episodios reales, son historia y misterio. Se trata de algo inaudito: la Pasión de Dios en el hombre Jesús. Los evangelistas los cuentan para que lleguen por los ojos y los oídos hasta la interioridad del hombre, es la que recrea y revive cada cristiano en su corazón.

Nosotros debemos de acompañar al Señor en esta Semana Santa, sintiéndonos,  verónica o cirineo para ayudar al Señor a pasar este sufrimiento.

De los cuatro Evangelios;  los  escritos por Marcos, Mateo, Lucas son parecidos narrando la Pasión del Señor, pero en cambio el de San Juan sí se diferencia con los mencionados antes.                                  DIFERENCIAS
*No hay mención a la última cena por lo cual no hay institución de la Eucaristía.
*Dialogo largo y tendido con los discípulos
°        El que cree en mí, cree en mi Padre.
°        He venido del Padre e iré al Padre.
°        Le habla de la venida del Espíritu Santo.
°        No menciona nada del huerto de los Olivos, solo su detención.
°        Tampoco menciona la vía Dolorosa, ni a las mujeres, ni a la Verónica, ni al Cirineo.

                    
       
La Resurrección del Señor  (6ª Meditación)


Una vez Jesús muerto y bajado de la cruz, José de Arimatea se hace cargo del entierro del Señor y San Juan se hace cargo de su madre. La mujeres se encargaran de embalsamar el cuerpo del Señor, pero llegando al sepulcro lo encontraron vacio, se marcha y se lo comunican a los discípulos. Fueron Pedro y Juan pero llegando este primero no entró por respeto a Pedro por ser elegido por el Señor, como cabeza principal entre ellos.

Jesús no ha muerto ha resucitado, vence a la muerte y al pecado. Nosotros también resucitaremos y venceremos a la muerte  con la vida eterna y gozando de la presencia de Dios, para ello hay que luchar el mal con el bien.

La resurrección es el fundamento de nuestra Fe, por lo cual seremos la vid, la sal, la levadura y la luz del mundo. Para ello hay que luchar contra el mal y defender y practicar las virtudes cristianas. Los cristianos debemos de vivir resucitado, poner los medios que Cristo nos da; es decir, practicar los sacramentos y en especial el de la confesión para así estar limpio poder tener fuerza para luchar.

El luchar incansablemente es imprescindible, los discípulos estaban hundidos, después de estar tres años con el Señor viendo sus milagros y escuchando todo lo que decía, temen que todo haya terminado, pero no es así el Señor camina con ellos, está con nosotros, no nos deja solo, siempre podemos acudir a Él en su Palabra o en la eucaristía.

De esta forma podemos hacer “apostolado”  y transmitir nuestra Fe y nuestra fuerza a los demás. Jesús nos muestra su camino, sus deseos de cómo luchar y perseverar en el amor.

Jesús no se queda en su resurrección. Nos promete a todos sus seguidores que vamos a correr su misma suerte, que también nosotros vamos a resucitar. Nos regala la resurrección. “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque muera vivirá para siempre”. Y San Pablo insiste: “Si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los resucitará con él”.

Cristo está vivo. Estamos ya tan acostumbrados a esta verdad que quizá no nos damos cuenta de lo grandiosa que es, en su sencillez, precisamente porque está vivo, continúa amándonos, continúa buscando nuestra salvación, continúa actuando..

Un ejemplo caro que el Señor está vivo es que lo podemos visitar, hablar, con Él, en el sagrario lugar donde Cristo se nos hace presente

Nuestro Padre tiene para sus hijos mucho más que la resurrección. El Señor resucitó para darnos un corazón nuevo y hacer de nosotros la morada de su espíritu. Él nos quiere dar sabiduría, paz interior, esperanza, gozo, libertad, amor,  y una nueva vida en Él.


Por eso el Papa Francisco no se cansa de repetirnos “que no os roben la esperanza”. Es decir, la esperanza, la serena certeza de que nuestra vida termina bien, que nos espera la resurrección a una vida plenamente feliz. No se vive igual con esta esperanza que sin esta esperanza.


           
        Meditación Propia (Conclusiones)

           
             *Señor te pido que mi voluntad ya no sea mía, sino que tu voluntad que la que guie, la que me gobierne en todos los movimientos y en todas mis acciones.

            *Dame la fuerza suficiente para cumplir tu voluntad, que te tenga siempre presente.

            *Señor aumenta mi Fe para que yo pueda verte reflejado en cualquier persona, cosa o acción.

            Sea siempre Señor mi único objetivo: el seguirte, dándote gloria ahora y siempre.

            *Te pido Señor no caer nunca en la tibieza, ayúdame a mantener la llama de la Fe siempre viva.

José Llerena Baizán

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