Retiro espiritual por Andrés Muñoz Luque
Chipiona 16 al 18 Marzo 2018
La Santidad
(1ª Meditación)
Descubrir el amor que Dios nos tiene a cada uno
de nosotros lo podemos descubrir en que nos creó semejantes a Él y nos dio toda
la creación y las puso en nuestras manos por lo cuál somos la obra cumbre de Dios.
Nos da la libertad de elegir nuestro futuro de
estar con Él o no contar para nada de su obra, su creación de su amor, etc.
Nuestra misión, nuestro destino es “Amar a nuestro Señor” y por tanto el único objetivo es amarlo sobre todas cosas.
Amar a Dios es identificarnos con Él, con lo cuál
nos lleva a ser igual que Él ser Santo es decir a la santidad. Estamos llamados “todos” a ser santo que esa es la
voluntad de Dios y para llegar a ello hay que practicar los sacramentos en
especial el sacramento de confesión y el de la eucaristía.
Nos preguntamos alguna vez si ¿nos damos cuenta
que Dios cuenta conmigo para ser santo?, no nos podemos conformar con ser buena
gente, hay que vivir de manera muy parecida a la vida de nuestro Señor
Jesucristo y para ello debemos de estar convencido y de creernos que podemos
ser santo.
Para llegar a esa santidad no se puede llegar por
meritos propios sino que hay que contar con la gracia de Dios y por tanto debemos de parecernos a Él, esto con
lleva a abrir nuestros corazones; que sus deseos, sus pensamientos, sus ideas
sean los mías, es decir dejarme guiar por Él, confiar en Él, dejarme llevar por
Él. En resumen que Él sea el centro de mi vida.
Todas las circunstancias que se nos presenta en
la vida buenas o malas; es decir en las alegrías y en las penas, en la
abundancia y en la escasez, en la salud y en la enfermedad todo ello se puede
utilizar para nuestra santidad. Aceptando todo esto como cosas que viene de
Dios. Lo único que nos evita el poder ser santo es el pecado.
Tenemos que determinar y tenemos que luchar para
ser santo; para ello hay que tener correspondencia con Dios; que en nuestra propia vida significa tener un
corazón que sabe escuchar, que sabe aceptar, que busca vivir, que deja dar
frutos a la siembra constante que Dios hace en nuestros corazones.
El primer
paso parece el más difícil: aceptar que nada podemos sin Dios, reconocer
nuestros pecados, pedir humildemente perdón. acudir al sacramento de la
confesión, En resumen, corresponder a Dios es aceptar y vivir bajo la luz
divina, íntima, continua, que el Espíritu Santo derrama sobre la conciencia de
cada uno de nosotros La correspondencia culmina cuando imitamos a Dios en lo
que más le caracteriza: el Amor.
Si queremos ser santo debemos de vivir
cristianamente y practicando todas sus virtudes y para hacer la voluntad del
Padre me abrazo a ti Señor.
Señor dame luz para poder descubrir mi santidad.
El Pecado (2ª
Meditación)
El Señor nuestro Dios está presente en nuestra
vida y trata de darte lo mejor y de tratarte muy bien, es decir hacer realidad los deseos de Dios en
nuestra alma. La semilla que recibimos al ser bautizados debe germinar en nuestra alma, en nuestro corazón.
Con el paso del tiempo y a medida que vamos creciendo espiritualmente debemos
de estar más en consonancia con Dios pero tenemos un enemigo que no quiere que
esto se lleve a cabo, que se realice y este enemigo es El Pecado:
Tenemos tendencia a pecar y casi siempre son los
mismos pecados que cometemos, el apóstol San Pablo en la carta (Romanos 7:19)
dice: Pues no hago el
bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso
hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.…
El pecado es un hecho real en nosotros, en
nuestra vida, tiene su historia, es el enemigo número uno de nuestra alma,
tenemos tendencia a pecar en lo mismo según nuestra debilidad. Actualmente tenemos pérdida de
conciencia de lo que es pecar, pensamos que no es pecado lo que en realidad es
pecado.
El sentido del pecado camina paralelo con el
sentido de Dios. Cuanto más presente está Dios en el corazón de una persona,
más conciencia hay de pecado, es decir de rechazar su amor. Cuanto menos
presente está Dios, menos sentido se tiene del pecado.
Debemos de recapacitar sobre nuestros pecados, ¿por qué pecamos? ¿Cuáles son sus
consecuencias? Debemos de tener “dolor
de amor” por haber pecado contra Dios y esto me llevará a liberarme del
pecado y reconciliarme con Dios pero si es al revés, es decir, me libero de
Dios ya pienso que todo lo que hago nada es pecado porque no tengo a Dios
presente.
Nacemos para hacer el bien, lo traemos en nuestro
interior, en nuestra conciencia por ser hijo de Dios, necesitamos cumplir sus
mandamientos para no pecar. Por ello nuestra Fe se debe alimentar de nuestra
formación a través del Catecismo o del
Compendio (resumen) del catecismo.
Debemos de mirar en nuestro interior y ver
nuestra conciencia es decir de las tendencias al pecado y al mal que hay en
nuestro interior (egoísmos, soberbia, impaciencia,
juicios...) Muchas de las tentaciones que sufrimos en el transcurso de
nuestra vida provienen de las sugestiones e insinuaciones del demonio y del
mundo.
La
tentación no es pecado en sí
misma, y debemos tener esto muy claro en nuestro corazón. Sólo se convierte en
pecado cuando hemos consentido plenamente con nuestra voluntad a ella. Prueba
de que la tentación no es pecado es que
el mismo Jesús permitió que el demonio le tentara, para enseñarnos a nosotros
como vencerle.
Para vencer al mal, al pecado, tenemos el sacramento
de la reconciliación por el cual después de habernos confesado y habiendo
recibido la absolución por parte del sacerdote nos volvemos a estar
reconciliado con Dios.
Fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo y estando muertos por
los pecados nos ha hecho vivir con Cristo. Y esto no se debe a nosotros, sino
que es un don de Dios;
Mostrar nuestro arrepentimiento de haber pecado
y el Señor nos reviste de su bondad, de
su gracia, de su amor, en definitiva de su Santidad.
La Tibieza (3ª Meditación)
La tibieza es la enfermedad del alma, motivada por la dejadez, la pereza, el abandono
del alma, por lo que abandonamos el amor hacia Dios.
Esta
enfermedad se suele dar en personas que buscaron anteriormente a Dios con
sinceridad, pero que por haber caído en la rutina, por la falta de fortaleza,
perseverancia…, poco a poco perdieron “el fuego de su primer amor” (Ap.
2:4).
Un alma triste que quiera ser santo, ante el
primer fracaso deja de luchar y su vida se convierte en rutinaria, donde el
Señor pasa a un segundo plano. No se vive cristianamente sin esfuerzo diario
para superar todas las tentaciones. “Al
señor le duele que seamos tibio”
La tibieza en el alma la remplazamos con otras
cosas cotidianas, es decir deportes, juegos, televisión, etc. Si eres tibio
haces las cosas del Señor con pereza y malas ganas.
El alma tibia acepta el pecado venial con toda
tranquilidad; conoce su maldad, pero como no llega a ser pecado mortal, vive
con una paz aparente, considerándose buen cristiano.
La persona tibia se plantea una vida espiritual
muy cómoda. Perdido que se ha el ardor espiritual, se conforma con el “yo no
mato ni robo”; pero olvida que su vida espiritual no consiste en no hacer nada
malo sino el “luchar por la santidad”. El espíritu se relaja y
todo le da igual; antes le ilusionaban muchas cosas, y ahora ya no.
En las vidas tibias automáticamente queda fuera
el espíritu de sacrificio. Cuanto implique sacrificio, renuncia, esfuerzo,
lucha, queda descartado.
El alma tibia no está muerta para Dios pero es
como n o existiera ante Él. La tibieza es el fruto de descuido de cosas que
vamos dejando de hacer, el Amor a Dios, rezos, alabanza, lectura de las
escrituras. La pereza gana terreno, la falta de sobriedad, la curiosidad, todo
ello ello motiva el descuido de nuestra alma, aburrimiento de nuestra vida
espiritual. Al final la tibieza nos aparta de Dios.
La conciencia de pecado, la moral se ve anulada
por la tibieza.
¿Cómo se
puede salir de la tibieza?. Siempre se
puede,
* Reconociendo
una aptitud sincera
* Ver a
Dios en mi vida.
* Retomar una
aptitud de piedad.
* Amar a Dios
todos los días.
* Tener espíritu
de lucha contra la dejadez y la pereza.
* Tener a Dios
presente en nuestras oraciones.
***El amor a
nuestra Madre será el soplo que encienda y avive las brazas que están ocultas
en el rescoldo de nuestra tibieza***
La
Misericordia de Dios (4ª Meditación)
Nuestro Dios es un Dios de amor y sus obras son el perdón y la reconciliación. Cierra los
ojos a los pecados de los hombres y siempre está dispuesto a perdonarlo y
notros de esta manera podemos ver su misericordia.
La misericordia ¿borra los pecados?’. ‘No, ¡lo
que borra los pecados es el perdón de Dios!’. La misericordia es el modo con que Dios perdona.
La palabra misericordia tiene su origen en dos palabras del latín: miserere, que
significa tener compasión, y cor,
que significa corazón. Ser misericordioso es tener un corazón compasivo. La
misericordia, junto con el gozo y la paz, son efectos del perdón; es decir, del
amor.
Un palpable ejemplo de este tipo de amor misericordioso es el de Dios que siempre está dispuesto a cancelar toda deuda, a olvidar a renovar.
Un palpable ejemplo de este tipo de amor misericordioso es el de Dios que siempre está dispuesto a cancelar toda deuda, a olvidar a renovar.
Para obtener la amistad con Cristo debemos de
sanar interiormente, mirar a Jesús y contemplarlo, Él nos mira con amor, es una amistad sincera y verdadera que nos
llevará al cielo, Para creer en Dios o en Cristo hay que tener una relación
casi a diario con Él.
Si en la mirada de Jesucristo, en sus llagas, en
su cuerpo hemos encontrado el sufrimiento que padeció por todos nosotros le
tenemos que corresponder con amor hacia los demás lo mismo que Él lo tuvo con
nosotros.
Debemos de sentir que Cristo me atrae que me ama
que siento su misericordia y su perdón pero me pregunto alguna vez ¿mi amistad
con Jesús como va? ¿Soy consciente de su sufrimiento por mí?
Del costado de Cristo salió la eucaristía y de
sus heridas la iglesia. Somos hijos de Dios y debemos de vivir como tales. Tenemos afiliación divina, debemos de saberlo,
tratarlo y mentalizarnos de que somos hijos de Dios.
Fruto de esta
afiliación divina:
1). Que somos amado por Dios padre
2). Nos llena de Paz antes las dificultades;
porque está con nosotros.
3). Nos llena de alegría.
4). Llegamos a Él con confianza
5). Nuestra relación con el Espíritu Santo a
través de Dios.
La función del
Espíritu Santo sería santificarnos y modelar nuestra alma al modelo de Cristo,
para ello debemos de facilitar en nuestra vida la acogida al Espíritu Santo con
alabanza y gratitud. Desear y pedir inspiraciones no dejar o negar lo que nos
pida el Señor.
Vivir
abandonado a la voluntad de Dios, con confianza, vivir el desprendimiento,
perseverar en la oración y ser sincero con nuestro sacerdote en las
confecciones
La Pasión del Señor (5ª Meditación)
En la última cena Jesús habló con cariño y
amistad a sus discípulos; diciendo: Creer
en Dios y creer en mí. Instituye la eucaristía
pero también instituya el lavatorio de
los pies, haciéndose siervo de los demás por lo que nos anuncia que tenemos
que estar al servicio del prójimo.
En el Huerto de los Olivos el Señor se entristece
y se angustia hasta el punto de pedir al Padre que pasase ese momento pero que
se la voluntad de Dios. A partir de esos momentos Jesús asume cargar con los
pecados de todos nosotros, esto parece que lo va a superar y no tener fuerza
para conseguirlo.
La lucha por salvar por salvar a su pueblo y
verse traicionado por el mismo, le hizo sudar gotas de sangre, Jesús sufrió por
todos en general, pero sufrió también por cada uno en particular: Y como dice
San Pablo en su carta a los Gálatas: “vivo
por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó por mí”
“Desde la cruz, Jesús nos termina de dar su
mensaje de amor y salvación dejándonos a su Madre y enseñándonos a perseverar
hasta el final. El sacrificio de la cruz se vuelve a vivir en cada Eucaristía,
por medio de ella, Jesús sigue vivo y permanece con nosotros”
La iglesia que se queda firme a sus principios
era la católica según los Santos Padres. Debemos vivir abandonado a la voluntad
de Dios y preservar en la oración
Más que su cuerpo lo que sufre es el alma, por
verse como si fuera un pecador por ser humano. Pero se recompone con un gran
esfuerzo y dice: “no se haga mi voluntad
sino la tuya”, la única vez que pide apoyo a los suyos es decir a sus
discípulos, se siente defraudado, abandonado, solo ante el reto que tiene que
sufrir.
La Pasión de Jesús son hechos vivos y episodios
reales, son historia y misterio. Se trata de algo inaudito: la Pasión de Dios en el hombre Jesús.
Los evangelistas los cuentan para que lleguen por los ojos y los oídos hasta la
interioridad del hombre, es la que recrea y revive cada cristiano en su
corazón.
Nosotros debemos de acompañar al Señor en esta
Semana Santa, sintiéndonos, verónica o
cirineo para ayudar al Señor a pasar este sufrimiento.
De los cuatro Evangelios; los
escritos por Marcos, Mateo, Lucas son parecidos narrando la Pasión del
Señor, pero en cambio el de San Juan sí se diferencia con los mencionados
antes. DIFERENCIAS
*No hay mención a la última cena por lo cual no hay institución de la
Eucaristía.
*Dialogo largo y tendido con los discípulos
°
El que cree en mí, cree en mi Padre.
°
He venido del Padre e iré al Padre.
°
Le habla de la venida del Espíritu Santo.
°
No menciona nada del huerto de los Olivos, solo
su detención.
°
Tampoco menciona la vía Dolorosa, ni a las
mujeres, ni a la Verónica, ni al Cirineo.
La Resurrección
del Señor (6ª Meditación)
Una vez Jesús muerto y bajado de la cruz, José de
Arimatea se hace cargo del entierro del Señor y San Juan se hace cargo de su
madre. La mujeres se encargaran de embalsamar el cuerpo del Señor, pero
llegando al sepulcro lo encontraron vacio, se marcha y se lo comunican a los
discípulos. Fueron Pedro y Juan pero llegando este primero no entró por respeto
a Pedro por ser elegido por el Señor,
como cabeza principal entre ellos.
Jesús no ha muerto ha resucitado, vence a la
muerte y al pecado. Nosotros también resucitaremos y venceremos a la
muerte con la vida eterna y gozando de
la presencia de Dios, para ello hay que luchar el mal con el bien.
La resurrección es el fundamento de nuestra Fe, por lo cual seremos la vid, la sal, la levadura y la luz del mundo. Para
ello hay que luchar contra el mal y defender y practicar las virtudes
cristianas. Los cristianos debemos de vivir
resucitado, poner los medios que Cristo nos da; es decir, practicar los
sacramentos y en especial el de la confesión
para así estar limpio poder
tener fuerza para luchar.
El luchar incansablemente es imprescindible, los
discípulos estaban hundidos, después de estar tres años con el Señor viendo sus
milagros y escuchando todo lo que decía, temen que todo haya terminado, pero no
es así el Señor camina con ellos, está con nosotros, no nos deja solo, siempre
podemos acudir a Él en su Palabra o en la eucaristía.
De esta forma podemos hacer “apostolado” y transmitir
nuestra Fe y nuestra fuerza a los demás. Jesús nos muestra su camino, sus
deseos de cómo luchar y perseverar en el amor.
Jesús no se queda en su resurrección. Nos promete
a todos sus seguidores que vamos a correr su misma suerte, que también nosotros
vamos a resucitar. Nos regala la resurrección. “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque muera vivirá
para siempre”. Y San Pablo insiste: “Si creemos que Jesús ha muerto y
resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los resucitará
con él”.
Cristo está vivo. Estamos ya tan acostumbrados a
esta verdad que quizá no nos damos cuenta de lo grandiosa que es, en su
sencillez, precisamente porque está vivo, continúa amándonos,
continúa buscando nuestra salvación, continúa actuando..
Un ejemplo caro que el Señor está vivo es que lo
podemos visitar, hablar, con Él, en el sagrario lugar donde Cristo se nos hace
presente
Nuestro Padre tiene para sus hijos mucho más que
la resurrección. El Señor resucitó para darnos un corazón nuevo y hacer de
nosotros la morada de su espíritu. Él nos quiere dar sabiduría, paz interior,
esperanza, gozo, libertad, amor, y una nueva vida en Él.
Por eso el Papa Francisco no se cansa de
repetirnos “que no os roben la esperanza”.
Es decir, la esperanza, la serena certeza de que nuestra vida termina bien,
que nos espera la resurrección a una vida plenamente feliz. No se vive igual
con esta esperanza que sin esta esperanza.
Meditación Propia (Conclusiones)
*Dame
la fuerza suficiente para cumplir tu voluntad, que te tenga siempre presente.
*Señor
aumenta mi Fe para que yo pueda verte reflejado en cualquier persona, cosa o
acción.
Sea
siempre Señor mi único objetivo: el seguirte, dándote gloria ahora y siempre.
*Te
pido Señor no caer nunca en la tibieza, ayúdame a mantener la llama de la Fe
siempre viva.
José Llerena Baizán
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